viernes, 29 de febrero de 2008

“El sistema de tutorías estudiantiles a nivel de profesorado superior” por Patricia M. Huesca Pérez.


El sistema de tutorías estudiantiles a nivel de profesorado superior


He iniciado mi trabajo docente en el nivel superior ya hace unos cuantos años…..tantos que me permite hacer una mirada retrospectiva para poder analizar desde adentro algunos aciertos y otras desventuras de este nivel de formación.

Según mi experiencia, la formación docente se ha caracterizado por un nivel de valoración personal y reconocimiento social que hacen de la trayectoria un momento de intensa formación en donde lo académico y lo personal forman parte de una sólida formación que permite construir en el día a día el compromiso vital de la profesión. Pero…. ¿algo ha cambiado?

Hace un cuarto de siglo aproximadamente, en estas instituciones, las aulas de los ingresantes rebalsaban de tal forma que muchas veces teníamos que dar clase con los alumnos en los pasillos. Si bien la situación no era ideal en términos académicos, era una experiencia maravillosa proyectada en la ilusión de generaciones de jóvenes que dedicaran su vida a la educación de los niños, adolescentes y a veces también adultos

Algunos dejaban en el transcurrir del primer cuatrimestre, otros a lo largo de la carrera pero en definitiva llegaban al final de sus metas una cantidad importante de graduados.

Pero bien sabemos que la escuela como proyecto de la sociedad no está ajena a los avatares que en ella se vive, lo cierto es que año tras año se viene observando una baja importante en el ingreso como en la deserción en la continuidad de los estudios a nivel superior.

No es mi intención analizar las causas que generan esta situación, sabemos que son múltiples y variadas, pero lo cierto es que está afectando al número de maestros y profesores que se necesitan para educar en nuestra sociedad.

Los resultados de las distintas evaluaciones nacionales realizadas en la escuela media sobre los niveles educativos logrados, los altos grados de desaprobación y deserción en los ingresos a los estudios superiores, dan cuenta de las dificultades que arrastran del nivel medio los alumnos que quieren hoy día continuar con sus estudios en el nivel superior.

He realizado investigaciones sobre las dificultades de construcción cognitivas de los alumnos ingresantes que generan un alto grado de deserción en los primeros años de la carrera (1) Los resultados de la misma versaron sobre distintos aspectos académicos entre ellos las carencias de ideas previas y estrategias cognitivas apropiadas para la construcción de los nuevos aprendizajes.

Pero bien sabemos que no son solo estos los problemas que dificultan continuar con la formación.

Es sabido que cada nivel educativo exige su propia alfabetización académica, por ello se ponen de manifiesto las dificultades propias de los niveles precedentes para la construcción en el nivel superior. Pero también es cierto que no solo se trata de lo académico sino que también el pasaje de un nivel a otro exige de suyo una serie de habilidades y estrategias socioafectivas que permiten una buena integración a la comunidad.

La cuestión aquí es conocer a nuestros alumnos, si bien ya los podemos encuadrar dentro de una cultura adulta, la incorporación a una cultura académica desconocida y nueva requiere ir descubriendo algunos acertijos que aún se presentan como inciertos, el desafío que nos planteamos aquí es convertir estas dificultades en posibilidades de crecimiento y construcción de un alumno autónomo y docente insertado y comprometido con la identidad institucional y profesional.

Vengo trabajando en este tema hace ya algunos años, en varias ocasiones he compartido el interés y la actividad con la Profesora Lía Peña y Lilio. Hemos investigado causas, posibles estrategias de intervención, hemos trabajado con materiales muy interesantes sobre la construcción de estrategias cognitivas en los ingresantes. Hemos obtenido buenos resultados sobre todo en la consolidación de grupos humanos con permanencia en sus estudios.

Pero todo esto ha dado luz a la experiencia que quiero comunicar a través de esta narrativa: la formación de tutorías estudiantiles. Esta idea surgió a fines del 2006 e inicio del 2007 como resultado de pensar y repensar estrategias para lograr la permanencia en el estudiantado ingresante a los estudios superiores. Reconozco que todo lo recorrido hasta el momento ha sido de fundamento a esta experiencia, y que sin todo esto no hubiese sido posible establecer los puntos álgidos del tema, aquellos que de suyo necesitan más atención para lograr el fin.

Estoy coordinando este proyecto en el marco del Proyecto de Fortalecimiento Institucional en el Instituto Superior del Profesorado Dra. Alicia Moreau de Justo, en su inicio en el primer cuatrimestre de este año 2007 en los profesorados de Historia, Matemática y Física del turno mañana y en el segundo cuatrimestre he incorporado al profesorado de Letras. Cuento con el apoyo de los coordinadores de las carreras de los distintos profesorados como así también de profesores que interesados en la experiencia se han acercado para colaborar.

La experiencia consiste en fortalecer la formación a los alumnos avanzados formándolos en herramientas de tutorías que podrán trabajar una vez recibidos, pero a su vez ayudar a los ingresantes en lo académico, institucional administrativo como también en lo social.

En un inicio la convocatoria a tutores ha sido muy bien recibida por los alumnos avanzados por lo cual en una primera instancia se sumaron a los equipos tanto los alumnos de tercer año, como los de cuarto e incluso hubo casos de alumnos recién recibidos que han querido participar. He tenido varias reuniones en donde se puso el mayor peso en el acompañamiento de los ingresantes, es decir en poder recibirlos y ayudarlos en los aspectos que ellos mismos requiera.

No fue difícil establecer líneas de trabajo ya que los mismos tutores comentaban que ellos en su inicio pensaban en lo favorable de tener un par que los ayudara. Como la experiencia surge de una necesidad compartida ha sido asumida con mucho compromiso y dedicación por parte de los tutores.

Para no distraerlos de sus estudios y obligaciones personales pensamos en formar equipos de trabajo es decir si bien a cada tutor se le adjudicó un grupo de no mas de 6 ingresantes, la idea es formar un trabajo colaborativo que cada uno tenga un vínculo personal pero que cualquier problema pueda comunicarse a alguno de ellos para ser transmitido al tutor correspondiente. Establecimos un horario específico general a la semana, en donde uno de ellos esta en un lugar físico establecido dentro de la institución así los que necesiten puedan acercarse para consultar o programar una entrevista con su tutor. También estoy como coordinadora ayudando a los tutores y recogiendo inquietudes de los tutoriados.

El primer objetivo era generar un buen nivel de comunicación tutor-tutoriado, luego de una presentación presencial sugerí que se trabaje por mail, pero además en forma presencial por lo menos una vez a la semana. La realidad es que en muy pocos casos fue necesaria esta frecuencia ya que si bien en un primer mes fue mas intensa, luego fue distanciándose con períodos de 15 días aproximadamente.

También establecimos un grupo informático entre los tutores por profesorado en donde se comunican aquellas experiencias que son comunes, como la comunicación personal con migo sobre temas que requieren mayor privacidad.

En los encuentros virtuales con los tutores yo les fui dando pautas semanales o quincenales sobre el asesoramiento de estudio, uso de bibliografía, programas, visitas a biblioteca, seguimiento de la materia en la cursada para no encontrarse con todo al final etc.

Es cierto que todo no ha sido sencillo, si bien en general hemos contado con la aceptación y valoración de los tutoriados, hubo situaciones también negativas y de desconfianza de los ingresantes quienes hicieron notar una sensación de intromisión en su vida privada. Considero que no es necesario ahondar en la idea que no está en nuestra intención formar detectives entrenados, sino por el contrario formar un nuestros alumnos próximos graduados una mirada atenta, solidaria y de apoyo a sus pares.

También hubo otras dificultades tales como:

- Poca frecuencia en el uso informático de los tutoriados.

- Falta de hábito de contestación en los mensajes recibidos.

- Dificultad de ubicación de los ingresantes en forma presencial por lo cual no se construye un vínculo personal.

- La falta de comunicación de los alumnos que abandonan sus estudios.

Pero podemos valorar en términos generales que los resultados han sido muy buenos, los tutores han ayudado en el estudio de las materias específicas, como así también han abordado distintos aspectos en la formación llegando a dar clases de informática a aquellos que no sabían, han facilitado bibliografía a aquellos que por diversos motivos han tenido dificultad de adquirirla, han establecidos vínculos sociales con la comunidad, se han modificado situaciones académicas como por ejemplo superposición de temas en las asignaturas, identificación de dificultades concretas en los ingresantes, recuperación de alumnos que tuvieron la intención de abandonar al inicio sus estudios, pero sobre todo un compromiso social en el cual los tutores acompañan en sus dificultades a los ingresantes y los ingresantes se van comprometiendo y entusiasmando en la conquista de sus desafíos.

Cabe también comentar que muchos alumnos que han ingresado el año 2006 pero que por distintas razones vienen algo demorados en el cursado de la carrera, también nos piden que les asignemos algún tutor, como también que iniciemos la actividad en el turno noche. Es muy gratificante poder encontrar caminos que nos permitan ayudar al crecimiento y fortalecimiento de la formación docente.

Por último quiero contar una noticia reciente que me llena de alegría la aprobación del proyecto de investigación: Experiencia de tutorías de acompañamiento para los alumnos ingresantes al profesorado” en el marco de CONOCER PARA INCIDIR SOBRE LOS APRENDIZAJES ESCOLARES”, del INFD. Esto nos permitirá seguir trabajando para generar intervenciones que permitan fortalecer la continuidad en la formación docente, socializándolas para su implementación en distintas instituciones.

Esta narrativa no está cerrada……. Esta experiencia continúa……… no cabe la pretensión de resolver el problema, pero si la intención de mejorar la calidad educativa de los ingresantes y egresados de las carreras de formación docente a nivel superior.


Patricia M. Huesca Pérez


§ (1) - Diagnóstico y seguimiento de los alumnos ingresantes al profesorado de Matemática y Física del IES Nº I. febrero- diciembre 2002. la construcción de estrategias de conocimiento como instrumento para la comprensión del campo científico disciplinar”

"Subjetividad e intersubetividad en el contexto escolar" por Néstor Pievi

Subjetividad e intersubjetividad en el contexto escolar


Al pensar en un relato sobre mi experiencia como docente o como alumno, enseguida vinieron a mi mente las múltiples situaciones vividas en la escuela secundaria y particularmente durante mi función como vicerrector.

En la Vicerrectoría de una escuela secundaria, cada día es una aventura. Todo es posible. El contexto escolar genera múltiples acciones y reacciones. La gestión es el mejor ejemplo para aprender a resolver situaciones multi-variadas.

La perspectiva de la escuela, de las relaciones y de los conflictos, cambia cuando uno pasa de ser profesor a vicerrector. La vida día a día en la escuela es comparable a una obra de teatro, donde quien la dirige tiene la posibilidad de ver lo que pasa en la trastienda.

Entre estas situaciones y anégdotas del día a día como vicerrector, recuerdo una que me movilizó en lo más profundó y me llevó a reflexionar sobre mil rol docente.

Recuerdo una tarde cuando un alumno llegó a la vicerrectoría llorando. Se disculpó por su actitud ya que no había salido de su curso sin la autorización de la profesora y me pidió charlar sobre lo que le estaba pasando. Su profesora de historia, con quien tenía una muy buena relación, lo había acusado delante de sus compañeros de haber cambiado el temario de su examen.

El alumno asombrado por la actitud de la docente, sin entender lo que le decía, y ante la insistencia de la misma, comenzó a llorar, y salió del curso sin su autorización, pidiendo ser atendido por el vicerrector.

Lo que más me sorprendió fue el llanto de aquel adolescente de 16 años, con cuerpo de adulto pero con las necesidad de protección de un niño. Lo hice entrar a la vicerrectoría y lo dejé expresarse. Me contó que la profesora lo acusaba de algo que no había hecho, y lo más terrible para él, delante de todos sus compañeros, sin darle lugar a defenderse.

Percibí que además de la situación vivida había algo más detrás de este llanto. Le pregunté si había tenido algún otro problema con esta profesora anteriormente, y me comentó que era una de sus profesoras preferidas, que le encantaba la materia. Ahí me dí cuenta que el dolor manifiesto por este alumno respondía a diferentes cuestiones: la situación vivida delante de sus compañeros, su relación con el conocimiento, y mucho más profundo e importante, su relación afectiva con la profesora.

Luego de charlar conmigo, dejé que el alumno se tranquilizara y se quedara en la vicerrectoría.

En ese momento me contacté con la profesora para comunicarle lo que estaba pasando y dejarla tranquila ya el alumno estaba en mi oficina. Al comenzar a charlar con ella se dio cuenta que había cometido un error. Creyó que él había cambiado la evaluación, y no era así. Se había confundido con otra situación.

Una vez terminada la hora de clase la profesora, el alumno y yo nos reunimos en la vicerrectoría y charlamos sobre lo que había pasada. La profesora se disculpó ante el alumno por lo sucedido, y el alumno ante la profesora por salir del curso sin su autorización. Durante la situación pensé que muchas situaciones como éstas se llevan a cabo cotidianamente en nuestras prácticas docentes. Muchas veces nos dirijimos a nuestros alumnos sin darnos cuenta de lo que estamos provocando en cada uno de ellos. Quizás no siempre se pongan a llorar frente a nosotros en situaciones donde se sientan agredidos por nuestro discurso, pero ¿cómo influye esto en su relación con la materia, con nosotros, con su carrera, con su futuro?.

Este alumno amaba la historia pero además de su relación con el conocimiento, había una relación de afectividad con su profesora, a la que admiraba y respetaba. ¿qué profundo habrá sido el dolor de aquel alumno frente a la acusación de la profesora?, !!cuántos sentimientos entran en juego en la relación alumno-docente!!!!.

Vinieron a mi mente situaciones semejantes, vividas como alumno. La realidad es que al día de hoy, y a mis 44 años, no puedo olvidarme de aquellas situaciones, de aquellos docentes que con su discurso, con sus actitudes, con sus gestos, han provocado mi rechazo hacia su persona y hacia la materia que tenían a su cargo.

Por otra parte, ¿qué habrá pasado por la mente y por los sentimientos de esta profesora de historia, quien desarrolla su tarea habitualmente con gran compromiso y con muy buena relación con sus alumnos, al creer que uno de sus alumnos más aplicados había cambiado el temario del examen?. Aquella mutua disculpa establecía un territorio intersubjetivo donde dos mundos se acercaban, dos subjetividades se integraban.

Cuando pensamos en a formación docente, es imposible dejar de lado estas cuestiones. ¿Cómo abordar el cambio conceptual si no abordamos el cambio actitudinal y representacional?. ¿Qué sienten nuestros alumnos, qué sienten los docentes, qué representacionaes sociales están presentes en sus vínculos y elecciones ?, ¿Cómo influyen las cuestiones subjetivas, intersubjetivas y trans-subjetivas en los procesos de enseñanza y de aprendizaje?.

¿Quién me autoriza? por Mariano Conterjnic


¿Quién me autoriza?

Sobre la autoridad docente


Hace unos años empecé con una suplencia en un Liceo en un tercer año en la materia educación cívica. Antes de presentarme se acercaron muchos colegas y preceptores que trabajan en otra escuela conmigo para manifestarme (y prevenirme) que “es un curso numeroso”,“los chicos son bravos”, “empezá pisando fuerte”,”no dejes espacios vacíos porque hablan y se distraen con facilidad, no dejes que te amilanen y te pasen por arriba…”, etc. Ante tal descripción el desafío me fascinó y pensé con que grupo-clase me encontraría y si era pertinente tomar en cuenta estos indicadores y recomendaciones dadas, sin duda , desde la buena fe de mis compañeros.

El jueves empezó la suplencia y antes de entrar la preceptora hizo poner de pié a los alumnos para saludar, había mucho bullicio y esperé el silencio para llevar a cabo esta tarea. Algunos ni se paraban, otros hablaban entre sí, entonces sentencié que cuando estuvieran parados y en silencio, los saludaría. Situación que se logró.

A continuación empecé con el tema de la clase que era salud, con una exposición dialogada y confeccionando un cuadro sinóptico en el pizarrón, pero seguían dialogando y la participación era desordenada, por lo tanto suspendí la explicación y les propuse que levantaran la mano para participar y no hablaran entre ellos, porque lo que ocurriría es que la explicación no tendría sentido y por lo tanto cambiaríamos la dinámica de la clase.

Algunos levantaban la mano y otros seguían hablando entre sí, ante lo cual sentencié que ante dos interrupciones más suspendería la explicación y cambiaríamos la organización de la clase. Situación que ocurrió, ante lo cual dicté un trabajo práctico sobre el tema que estaba desarrollando y les propuse seguir con otro tema ( el que se estaba tratando lo investigarían ellos para el próximo encuentro), que si se repetía el hecho, interrumpiría y cambiaríamos nuevamente la actividad de la clase.

La clase siguió correctamente, pero algunos hablaban y yo los miraba de forma seria ( y creo, sinceramente amenazante), ante lo cual un alumno (uno de los más ruidosos y desafiantes, que cuando firmaba el libro la preceptora me dijo que tuviera cuidado con él, que era uno de los más pesaditos) levantó la mano y me pidió hacer un comentario que nada tenía que ver con el tema salud y fue el siguiente: “profesor ud. necesita demostrar con estas actitudes demostrar su autoridad ante nosotros”. En la inmediatez de la clase (paradigma ecológico) respondí: “No hay nada que demostrar, yo tengo una autoridad que emana de un poder que me otorga ser profesor y que implica con uds. una relación desigual y asimétrica, ya que no ocupamos el mismo lugar ya que yo estoy aquí para enseñarles y uds. para aprender…” Ante tal respuesta el alumno respondió que era sólo para saber , pregunté a todos si quedaba claro mi planteo y entonces continuamos con la clase.

La situación planteada me generó varios interrogantes para seguir pensando la experiencia:
¿qué permitiría en la clase (ampliación de lo posible: Estanislao Antelo) y qué no y por qué?

¿tendré que persuadirlos y seducirlos (Emilio Tenti Fanfani) para llevar a cabo la tarea?

¿por qué requería del silencio y la atención de los alumnos? ¿a qué autoridad interna (eficacia simbólica) respondo desde el rol de profesor?

¿mi autoridad era natural (entonces bastaba con mostrarla) o artificialmente construida para la clase (entonces necesitaba demostrarla)?

¿los comentarios de mis colegas generaron que empezara la clase con los tapones de punta y a la defensiva? ¿podía evitar dicha influencia?

¿porqué uno de los alumnos más conflictivos del curso me hacía esa pregunta y no otro?

¿porqué cambió la dinámica con esa aclaración que implicaba desocultar el poder y darle nombre (Marta Souto) y cómo un comentario “desconectado” del tema que estábamos tratando?

¿a qué tipo de autoridad responden los alumnos? ¿Es asimétrica cómo función adulta?

¿cómo serían las clases con la titular y su manejo del poder?

Para finalizar quisiera referirme a la diferencia entre mostrar y demostrar:
la primera implica comportarse de acuerdo a un oficio, calidad o dignidad (merecer algo) y la segunda probar la verdad de algo, sin que se pueda dudar de ello, seguir un razonamiento que produce la certeza sobre una afirmación (Gran Diccionario Salvat).

Finalmente….¿Mostré o demostré mi autoridad en la clase descripta?

"Marca de Fábrica" por Daniel Verde

Marca de fábrica

Es casi la fundación mítica de mí ser docente. Corría el año 86 y me sorprendí cuando me llamaron del Nacional Pueyrredón para que tome dos cursos de psicología de 4°. Me había anotado sin esperanzas en la Junta de Clasificación y al hablar con la vice me informó que en realidad yo era el cuarto en el listado pero que a los otros tres los habían “echado” los mismos alumnos con distintos “aprietes” (borradorazos, insultos, acoso físico). “Me gustan los desafíos” pensé. A los dos días voy a tomar el curso no sin temor y ansiedad. Había preparado una exposición sobre el objeto de la psicología y su evolución histórica. Mi única experiencia docente era ser ayudante en la facultad. Pero esto era otra cosa. Entro al curso atiborrado de más de cuarenta alumnos y me sorprende el poco bullicio y las miradas de silencio cómplice. Lo primero que escucho es una voz que me dice: -Profe ¿sabe que soy de la 12? Al tiempo que observo que habían dejado en el primer banco dos navajas abiertas de brillo amenazante. Sobre la marcha, tiré mi inútil discurso sobre los paradigmas en psicología y balbucee (con seguridad impostada) sobre que conocía bien al “Abuelo” (José Barrita, el entonces jefe de la barra de Boca, hoy muerto) pero que lo conocía corriendo por Montes de Oca. ¿Usted estaba allí? Me preguntaron. Si… a veces le doy una mano a la Guardia Imperial (sonriendo y ya en franca sensación de estar pasando el examen). Con más ánimo, tomé una de las navajas y con cara de desentendido empecé a limpiarme las uñas. Así… en vez de Wundt o Pinel fueron apareciendo voces sobre los Redondos, sobre Sumo, sobre Cemento, sobre Paladium. Terminamos hablando sobre la realidad del adolescente. Sobre su vacío y sus esperanzas. Como era septiembre cambié todo lo que pensaba. Me concentre en un programa donde cada uno de ellos traía situaciones vividas desde su experiencia y desde ahí estudiarían qué dicen los grandes maestros. La experiencia de ese día me marcó y también esos dos meses y medio fueron de los más productivos de mi recorrido docente. Los alumnos marginales terminaron elaborando una monografía individual donde empezaban hablando de ellos y de su mundo para luego poder elaborarlo desde lo que leían y escribían. Todavía hoy recuerdo a cada uno de ellos. Y sé, por las veces que nos cruzamos de casualidad en estos veinte años, que ellos tampoco me olvidan.